El shock tras llegar a Manila desde Australia es brutal. Manila es una ciudad inmensa, sucia, pobre, tráfico infernal, etc... nada más saltar del taxi y recorriendo los 10 metros que te separan del hotel ya te han intentado vender todo lo inimaginable, todo!
En el hostel compartiendo habitación me encontré a Satoshi San, japonés que venía a Filipinas tras trabajar en Australia y por lo que me contó debía llevar casi un par de días sin salir del hotel descansando. Lo pusé en pie con la promesa de cena y unas cervecitas, y mientras cruzábamos en hall conocimos a Carlota y Antonio y los arrastramos con nosotros. Carlota llevaba años viviendo en Pekín trabajando para el instituto Cervantes, y Antonio estaba por trabajo en Hong Kong y había venido a pasar el fin de semana a Manila. Nos tomamos unos shawarmas y unas cervezas y acabamos bailando en un local lleno de coreanos (no sé como habían llegado allí... posiblemente como yo?). No sé como pero todos acabamos por lados diferentes. Al día siguiente salí a dar un paseo dominical con Satoshi. Entré a comprar agua a un Seven Eleven, y cuando salí a la calle me encontré a Satoshi rodeado por 5 filipinos hablándole y tocándolo, conseguí espantar a las moscas y proseguir nuestro camino. Pero tras cinco minutos se dió cuenta de que le faltaban los 2 teléfonos que llevaba consigo. Los llevaba en el bosillo trasero de sus jeans... santa inocencia japonesa!!! a quién se le ocurre en una ciudad como Manila...? aunque regresamos al lugar, de nada sirvió obviamente. Así pasé unos días en Manila con Satoshi, los días en el aire acondicionado de los centros comerciales porque la calle era un infierno, las noches en la terraza del bar de abajo donde ya conocíamos a la variedad de personal que pululaba por allí, buscavidas, vendedores de tabaco y mil cosas, mujeres de vida alegre y moral distraida, ladyboys, mochileros, viejos con cara depravada, etc... finalmente conseguí comprar un billete para salir de aquel infierno y convencí a Satoshi de que pospusiera sus clases de inglés y viniese conmigo a la isla de Palawan. Con las ganas que tenía de salir de allí y casí pierdo el avión... suerte que me subí a un taxi con un tipo extraño que no hablaba inglés y que llevaba un guante en una de sus manos; entendió a la perfección mi premura y condujo como un ángel con su guante sobre el tráfico del amanecer manilense, le solté una merecida propina y salté del taxi consiguiedo por los pelos pasar los controles y subir al avión. Yo llegué por la mañana a Puerto Princesa, y en el hostel conocí a Rafy, filipino que vivía entre Manila y Palawan, el cual me instruyó sobre los lugares a visitar en la isla y me llevó a comer a un vegetariano exquesito. A la tarde fuí a recibir a Satoshi al aeropuerto y a la noche salimos a cenar con Rafy a un restaurante donde elegimos a dedo todo el pescado y marisco que queríamos y nos lo prepararon, ummmmm, como diría mi buen amigo Satoshi: "very delicious" una de sus frases favoritas!!!
Al día siguiente yo me adelanté para ir a Sabang. Llegado a la terminal de buses descubro que sin motivos definidos ese día no había bus por la mañana, así que con una pareja lituana que conocí allí, tras mucho regatear alquilamos un tricycle (moto con una especie de sidecar que lo recubre todo), nos amontonamos como pudimos y tras 4 horas y muchos baches llegamos a Sabang. Cogí una choza delante de una playa preciosa, por la noche cené con Mantas y su chica y pasamos la noche en la playa charlando y siendo comidos por los mosquitos. A la mañana siguiente llegó Satoshi. Tras cruzar un camino por la jungla donde vimos variedad de bichos vivientes, visitamos el río subterráneo que tiene kilometros navegables lleno de formas extrañas y millones de murciélagos. Continuamos camino hasta El Nido, desde donde puedes llegar a multitud de islotes. Un día hice una excursión en lancha donde nos llevaron a varios islotes, hicimos una barbacoa de pescado en una calita increíble y tuve el snorkel más espectacular de mi vida.Otro día junto a Satoshi alquilamos motos y recorrimos lugares más recónditos pasando por poblados y casas aisladas y llegando a playas desiertas y de un azul increíble. Los días pasaban tranquilos comiendo pescadito "very delicious" y tomando cervecitas a la tarde. Desde El Nido tomamos una barcaza durante unas 8 horas hasta llegar a Corón, donde continuamos nuestra dieta marinera, pero ahora ya ibamos directamente a comprar el pescado, mariscos y algas al mercado y la señora de la casa nos lo preparaba a nuestro gusto, ummmm "very delicious".... El buceo en Corón es famoso por la cantidad de pecios (barcos hundidos) que duermen en sus aguas; durante la 2ª guerra mundial muchos barcos de guerra japoneses fueron hundidos en esta zona. Un día fuí a bucear dentro de uno de estos barcos japoneses hundido a unos 35m de profundidad, buceamos su interior y también por dentro de sus motores, o lo que quedaba de ellos, muy impresionante como el mar lo va transformando poco a poco. Desde Corón tomamos un gran barco nocturno lleno de millones de filipinos para llegar a la mañana a Manila, welcome to the jungle!!!
Desde Manila pensaba en ir a visitar el norte donde están las famosas terrazas de arroz y lugares de cultura tradicional, pero había un aviso de tifón y finalmente me quedé con Satoshi en el infierno manilense. Más de lo mismo en Manila... Algún día Rafy nos sacó a cenar y nos enseñó la cara chic de Manila, nada que ver con la que conocíamos...
Tras el terremoto en Japón había cambiado mi billete y no tenía previsto ir a Japón, pero tras 20 días con Satoshi tenía mucha curiosidad por conocer su país y él me aseguraba que sino me sentaba encima del reactor de Fukushima no debía haber problema. Así volví a cambiar los planes que no tenía y compré un billete para Corea del Sur y desde allí cruzaría en barco a Japón.
Me despedí emotivamente de Satoshi San, prometiéndonos volver a vernos algún día en algún lugar, y me quedé esperando un par de días mi vuelo a Seúl.
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