jueves, 7 de abril de 2011

BOLIVIA

































Tras una mañana en el lago Titicaca lado peruano que no me gustó demasiado decidí obviar la parte boliviana, a pesar de que se supone es la parte más interesante con las islas del sol y la luna. Tras cruzar la frontera, en un cambio de autobuses conocí a Michele, un italiano que vivía en brásil como cooperante, y que andaba viajando por sus vacaciones navideñas, con él llegué a La Paz. La Paz está a unos 3700m de altitud sobre el mar, y es una ciudad en las montañas donde no encuentras ni una calle en llano. Entre la altura y  las cuestas tras dar 3 pasos te encuentras arrastrando la lengua por los suelos y te falta el aire. No creo que llegase a tener mal de altura pero el cuerpo no lo tenía rumbero precisamente... al día siguiente fuí con Michele a recorrer la ciudad, encontramos un museo de la música donde había gente tocando y Michele se unió a ellos, yo me limité a tomar algunas fotos ya que no deseaba que me expulsasen tan rápido del país si me atrevía a acercarme a algún instrumento...  nadie es capaz de apreciar mi sensibilidad musical... Michele se hizó con algunos instrumentos de hojalata y reciclados por menos de un euro y luego nos fuimos a comer una parrillada de carne para celebrar que era domingo y no teníamos Dios al que rezar.
Al día siguiente cruzando la cordillera a casi 5.000 msnm llegué a Coroico. Un lugar ya a menos altura y de clima más templado y agradable, donde me alojé en La casa de la Luna, un ecolodge en mitad del bosque relamente tranquilo y apacible para descansar unos días. Allí me encontré con Juan Pablo que había conocido en La Paz, quién pasó de tener un bar-club de billares en la Gran Vía madrileña a vivir en isla margarita y dar vueltas por sudamérica. Con él nos encontramos con una pareja italo-argentina que viven en la isla de Elba donde tienen su negocio turístico durante el verano y el invierno lo pasan viajando. Ellos me contaron bastante de Buenos Aires y pasamos una agradable cena. Con Juan Pablo nos dimos una buena caminata por las montañas de Coroico, donde se pueden ver las plantaciones de hoja de coca; la hoja de coca y su consumo es legal en Bolivia, aunque no la cocaína y su proceso. En muchos lugares de Bolivia es común mascar hoja de coca, la cual combinan con un catalizador en su boca para que active el alcaloide; entre otras cosas evita el mal de altura y hace desaparecer el cansancio, aunque viendo el conjunto dental de los usuarios no lo recomendaría...
Una noche en el hostel apareció Anahi, una navarra muy divertida con la que pasamos la noche charlando de la historia de nuestras vidas y mil cosas más. Con ella y Juan Pablo estuvimos mirando las estrellas, me explicaron muchas cosas sobre estrellas y constelaciones, cosas realmente interesantes y curiosas pero que mi mente tan poco mística ya ha conseguido olvidar. Después de ello nos tomamos unas botellitas de cerveza para regresar al mundo terrenal y mundano. Al día siguiente desayunamos juntos y me despedí de ellos antes de regresar a La Paz, donde me reencontré con la pareja italo-argentina de nuevo. De allí unas 24h de bus hasta llegar a Santa Cruz donde el día nochebuena tenía un avión a Buenos Aires, obviamente no podía faltar el riguroso retraso de un par de horas....

Como no había tenido tiempo de ver demasiado en Bolivia decidí regresar ingresando desde el noroeste de argentina. A principios de Febrero llegué a Potosí, curiosa ciudad a más de 4.000 metros de altura, con una historia inseparable de la producción de plata de sus minas. Era la mina más importante de la colonia española, y en una época fué la segunda ciudad más poblada del mundo, tan sólo detrás de Nápoles. Su población corre paralela al precio de la plata, mayor precio más mineros y más población en la ciudad... a pesar del tiempo transcurrido las condiciones de trabajo en las minas no creo que hayan cambiado demasiado, y la esperanza de vida de un minero no va mucho más allá de los 40 años. Sino caen fulminados por la inhalación de algún gas o por un derrumbe mueren poco a poco con los pulmones podridos por respirar durante largas horas el polvo al perforar las entrañas de la tierra. La cultura de los lugareños es la cultura de la mina, con creencias entre religiosas y supersticiosas. Un día estuve en una mina, allí adoran al Tio, que es una especie de Dios-demonio al cual dan de beber alcohol de 96 grados (el mismo que beben ellos), fumar y hojas de coca, vamos su misma dieta dentro de la mina, donde pueden pasar más de 12 horas mascando coca que les mata el apetito. Si alguién muere en la mina se supone que ha sido el Tio que se lo ha llevado... en realidad fué una invención de los colonialistas para atemorizar a sus esclavos y hacerlos trabajar, pero que ha perdurado en el imaginario popular hasta nuestros días. Cuando ves toda la mierda que rodea a la plata, oro y diamantes te preguntas de que sirven... cuando en realidad no se les da ninguna utilidad práctica, aparte de esclavizar a bastante gente. No son más que un valor absurdo, o al menos a mi me lo parece.  Aparte de todo esto en Potosí visité a Helena, un gran personaje sevillano que conocí en Uruguay por fin de año; en Potosí trabaja para el instituto de cooperación española. Un sábado noche nos echamos a las calles; primera parada un bareto heavy, todo un antro donde Helena era prácticamente la única mujer, y donde cada 2 minutos se le acercaban los borrachos a comerle la cabeza. Cuando digo borrachos son gente que literalmente se caen al suelo, bueno se caen al suelo y luego se quedan ahí mismo dormidos, cuando se despiertan vuelven a beber hasta caerse y dormir de nuevo. El lugar es para recordarlo, lleno de heaviatas bolivianos y con una gran pantalla donde podías pedir tus videoclips heavys favoritos... del antro heavy pasamos a una discoteca-karaoke donde nos hicimos con la pista de baile y la mesa de mezclas... la verdad es que en la discoteca no habia mas de 5 personas y rápidamente nos despejaron el dancefloor para nosotros. Y la verdad la necesitábamos entera para bailar, saltar y tirarnos por los suelos; estábamos completamente enloquecidos... digo yo que será por la altura, quién sabe... además teníamos a la dj a nuestra disposición, nos ponía la musica que queríamos, nos traía las copas, y también era la portera. Os puedo asegurar que hacer todo esto a más de 4.000 metros de altura es un arduo trabajo!!!! Cuando el cansancio nos derrotó, salimos a la calle, y ya nos disponíamos a ir a casa cuando en una callejuela oímos música saliendo de una casa... y ni cortos ni perezosos tocamos el timbre. Al poco salió un tipo que nos invitó a entrar, pero nos pidió que dijéramos que eramos sus primos de Los Angeles y no hablásemos en español, ya que el lugar era muy peligroso... pero con él estábamos seguros. Obviamente le dijimos sí, sí, sí, sí y nos fuímos para adentro, donde nos encontramos con una fiesta de lugareños. En una mesa había como unas muñecas que eran algo como santos sobre un pastel, no llegué a entender el significado, pero era algún tema religioso. En la fiesta había gente de todas las edades, desde los 15 a los 70 y pico, pero todos con un denominador común: una torta encima espectacular... 2 o 3 tipos dormidos en la silla de la borrachera que llevaban, y de repente todo el mundo nos quería, nos daban bebida, querían bailar con nosotros y tomarse fotos también. Nos querían tanto que no sabías si aquello era amor o nos iban a asesinar en cualquier momento... aunque en aquel momento no parecía importarnos demasiado. Cuando acabó la fiesta nuestro primo nos quería llevar a un after, pero aquello ya daba pánico, así que con Helena nos fuímos a casa a acabarnos la última botella de vino de la velada. Fué una noche realmente memorable que no olvidaré, aunque la resaca a más de 4.000 metros tampoco creo que la olvidé... Será que a pesar de ser un teenager mi cuerpo se hace viejo...? Un día Helena me llevó a una torre panorámica giratoria donde van los novios a bailar y tomarse fotos el día de su boda. La verdad era un poco triste la situación y las caras de las parejas no era precisamente de felicidad. No sé que habrá en el interior de los bolivianos pero a mi como forastero no me pareció gente especialmente alegre... tampoco comunicativos y la verdad que a los turistas no les dan bola alguna, bueno eso si no están borrachos claro. Como extranjero me pareció difícil penetrar en la cultura local y conocerlos un poco. Bolivia sea quizás el país de latinoamérica que más conserva sus raíces. La mayoría de gente habla quechua o aymara, la población es muy indígena, las mujeres suelen vestir trajes tradicionales con faldas abultadas y tocadas por un bombín. Es realmente un lugar interesante y de contraste para un occidental aunque sea difícil interactuar con ellos.
En Potosí conocí a Núria, una vecina de la ciudad condal que andaba viajando por sudamérica. Con ella fuímos una tarde a una laguna de aguas termales situadas en el cráter de un volcán. Al poco de meterme en remojo se puso a llover torrencialmente, y viendo que no paraba y debíamos tomar la última fregoneta tuvimos que salir corriendo y saltar torrentes creados por la tromba de agua.

De Potosí me fuí a Uyuni, donde había quedado con el omnipresente Mirko, que venía con dos amigas suizas. Yo llegué a mediodía y me dediqué a contratar un 4x4 que nos llevara al salar de Uyuni. A medianoche llegaba Mirko con Alycia y su amiga, y a la mañana siguiente partiamos al salar. En el auto nos acompañaban un chavalín argentino muy majo y Virgil, un auditor parisino, que hacía honor al cliché de parisino y auditor, puntilloso y tocapelotas, pero a ratos la situación era divertida...  El salar es como un desierto de sal, completamente de llano, y que de largo puede hacer más de 100 kilometros, es algo indescriptible el estar en un lugar donde tus ojos solo alcanzan a ver blanco, eso y el cielo reflejado como si fuera un espejo ya que estuvimos en la época de lluvias y el salar tenía unos 10 cm agua. Debido al agua todos los vehículos sólo visitaban una pequeña parte del salar, pero nuestro guía que era un viejo lobo del lugar nos llevo a todas partes y estábamos completamente solos, lo cual te hacía sentir que estabas en la luna. A pesar de la experiencia del amigo se nos hizo tarde y la noche cayó sobre nosotros antes de encontrar el camino de salida para llegar al hotel de sal donde nos debíamos alojar, con lo que nos perdimos y estuvimos perdidos durante unas cuantas horas. No sé exactamente cuantas horas pues como la situación no me divertía decidí evadirme y me pusé a dormir en el coche hasta que conseguimos llegar al hotel, el cual estaba construído con bloques de sal compacta, también las mesas y bancas así como las camas eran de sal. El resto de días los pasamos cruzando desiertos espectaculares, lagunas de colores y geysers a más de 5.000 metros de altura. En cuanto a naturaleza es el lugar más espectacular que he visto en mi vida, es como estar en otro planeta, quizás mis fotos no hagan justicia al escenario, pero créanme es un lugar que no deja a nadie indiferente.

Me despedí de Mirko (por enésima vez...), Alycia y su amiga y me dirigí hacia la frontera de Chile en el dedierto del Atacama